Tus tres historias

 

Existen tres historias que conviven en mundos paralelos. Tres historias en una misma realidad.

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En la primera, hay una princesa que vive en un reino asolado por un demonio horrible que convierte en agua todo lo que toca. Un príncipe se presenta como gran defensor, pero cuando se enfrenta al horrible monstruo, se da cuenta de que la situación lo supera. La princesa, cansada de depender de los demás, y enfurecida al ver que su reino estaba desapareciendo, diluyéndose en los ríos y muriendo en el mar, arrancó de las manos del “héroe” la espada y se enfrentó al demonio con todo su odio. El príncipe no podía creer lo que veían sus ojos. Los movimientos suaves y gráciles de una silueta que perforaba la sombra del tumor del reino, doblegándolo sobre sí mismo, para acabar haciéndolo desaparecer. El pueblo vitoreó entonces el nombre de su princesa, mientras que el príncipe agradeció la increíble gesta de la cual había sido un mero espectador.

La segunda historia ocurre en una época distinta, en un futuro incierto.

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Es la decimotercera Guerra Mundial, y los países están asolados por los perversos líderes mundiales. Una superviviente defiende su pueblo ante el avance de un pequeño ejército con orden de masacrar la aldea. Lleva la cabeza rapada al 0, pero no le importa. Está por encima de lo superficial, hay cosas que con el tiempo sabes que son más importantes que la belleza externa. En la aldea solo quedan dos familias supervivientes. Ninguna de ellas es la suya. Hace tiempo que perdió esa parte de su vida. Pero se siente decidida a ganar esta última batalla, y para eso está dispuesta a entregar su vida. Los tanques suenan cada vez más cerca, pero ella no tiene miedo. Una punzada eléctrica de emoción recorre todo su cuerpo. Mira al horizonte, el brillo anaranjado del moribundo astro baña su cara. Sus labios rompen la expresión seria de su cara: sonríe mientras piensa que quizás sea su último atardecer.

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Una pareja de enamorados que van cogidos de la mano se ríen, son felices. Pasean por una zona mal iluminada. Es de noche, y no pasa ni un alma por la calle. Ella no tiene miedo, él es su salvador, su héroe. Sabe que a su lado nada, ni nadie, puede hacerle daño. Dos esquinas después, su héroe yace en el suelo mientras dos individuos le están golpeando sin cesar. Ella no puede hacer nada, ni si quiera sabe cómo ha ocurrido. Todas sus energías están puestas en evitar los golpes del hombre que tiene encima de su cintura. De “ese” que se toma la libertad de arrancarle el suéter, mientras intenta introducirse dentro de ella. La impotencia se apodera de su ser, sus ojos destellan rabia mientras miran a su agresor con un odio visceral que recorre sus entrañas. Y es entonces cuando aparece la fuerza extraordinaria que nunca había sabido que existía dentro de ella. La impotencia da paso a la determinación, y con celeridad, muerde el cuello de su agresor hasta percibir un sabor amargo que le resulta familiar. Pierde el control de su mente. Un fundido a negro después vuelve en sí. Y se descubre apoyada en su héroe, abrazada a él, que permanece inconsciente todavía. A su alrededor yacen 3 personas en el suelo. La luces azules empiezan a iluminar la calle, mientras ella acaricia la cabeza de su amado.

Tres historias que definen tu persona. Tres personajes que encierras dentro de ti. Nunca has sido débil, eso siempre lo he sabido. Lo supe el primer día que me «atacaste». Recuerdo que dijiste que no ibas a dejar que otra me cazara. Mi cara sonrojándose mientras te contestaba que las tías nunca atacáis. – “No sé las demás, pero yo sí”. Y me estiraste hacía ti. Y bailamos hasta el amanecer.

Nunca necesitaste a nadie, ni siquiera cuando salimos del médico. –“Puedo con esto y más.”  Te acercabas a mí y me arreabas un beso de esos que me dejaban sin aire. Tu cambio de look. Recuerdo que dejaste tu cabellera negra en el suelo del baño. Sonreías mientras me decías que el rapado al cero te sentaba de muerte. Tus risas cuando yo me solidaricé contigo llevándolo a lo “skinhead”.

Los últimos meses acudías al baño con regularidad, y aún así sonreías. Estabas más delgada, pero para mí seguías siendo la morena de ojos verdes que me cautivó aquella noche.

Un lunes, te acompañé al hospital, como de costumbre. “Rutina”, como tú decías. Pero volví solo a casa. Seguramente, si hubieses estado en mi lugar, hubieras sonreido en algún momento, pensando en alguna frase irónica de las tuyas. «Puta vida tete». Pero yo no soy tan fuerte como tú. Yo no hubiese matado al demonio, ni salvado a la aldea en esa guerra, ni hubiera evitado una violación y defendido al ser más querido como si de mi propia vida se tratara. Para mí, tú has sido mi heroína; miraste a la cara de la muerte, sin miedo, y le guiñaste un ojo.

Por eso, cuando me preguntan por el cáncer que te apartó de mí, siempre cuento estas tres historias; para demostrar que, sin dudarlo, tú has sido la mejor.

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